Según el informe anual del Observatorio de Femicidios Marisel Zambrano, de La Casa del Encuentro, entre enero y octubre de este año fueron asesinadas en la Argentina 230 mujeres, o sea que se cometió un femicidio cada treinta horas, igual que en 2015. En el 70% de los casos, el asesino fue un pariente cercano de la víctima. Una de las consecuencias más tristes de este terrible delito fue que 294 chicos se quedaron sin madre. Desde 2008 hasta hoy fueron asesinadas 2.324 mujeres, niñas y adolescentes, y más de 2.800 chicos quedaron huérfanos.

Según el Registro Nacional de Femicidios, un departamento de la Corte Suprema de Justicia, de las 230 mujeres asesinadas este año, 16 de ellas ya habían hecho la denuncia y otras 12 habían logrado que se excluyera al violento de la casa que compartían con el homicida. La Oficina de Violencia Doméstica, también bajo la órbita de la Corte, recibe entre 800 y 900 denuncias por mes. En el 25 por ciento de los casos, el riesgo de vida es alto. En su mayoría, las mujeres denuncian violencia física y psicológica.
Tristemente, la violencia de género es un problema mundial. Un claro testimonio de esto es la obra literaria No resignación, una antología de poemas relativos a la violencia contra la mujer, escritos por ciento treinta y seis poetas de los cinco continentes y compilados por Alfredo Pérez Alencart. En el Prefacio de esta obra publicada recientemente por el Ayuntamiento de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, el alcalde de esa ilustre ciudad, escribe: “La violencia machista ocurre en todos los países del mundo y son las mujeres quienes la sufren, no existiendo distinción de raza, religión, posición social y económica, nivel cultural u opción política. «No resignación» (Antología de Salamanca) es, qué duda cabe, un hermoso fruto y una poderosa voz para seguir luchando contra esta oprobiosa realidad”.

Lamentablemente, con demasiada frecuencia, la “oprobiosa realidad” de violencia machista no excluye a hogares que se consideran cristianos evangélicos. En efecto, a manera de ejemplo, en un reciente estudio publicado por la Universidad Presbiteriana Mackenzie (San Pablo, Brasil), basado en informes recogidos por varias ONGs, el 40% de las mujeres en el Brasil que se consideran víctimas de abuso físico y verbal por parte de sus maridos dicen que son evangélicas. Y para complicar la situación aún más, la mayoría de ellas no se sienten en libertad de romper el silencio porque, desde su perspectiva, denunciar a los violentos sería mostrar que ellas no confían en el poder de la oración, o que no están dispuestas a someterse a sus maridos como (supuestamente) Dios espera que se sometan. ¡Cuánta falta hace que quienes confiesan a Jesucristo como Señor y Rey renuncien a las actitudes machistas tradicionales y hagan de la Palabra de Dios su regla de fe y práctica!