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Misión integral y justicia social

25 July 2017 1 Comentario

C. René Padilla

Hace muchos años leí un breve opúsculo intitulado El cristianismo y la lucha de clases: Dignidad del cristianismo e indignidad de los cristianos, escrito por Nicolás Berdiaeff (1874-1948). En ese entonces yo era parte del equipo de obreros de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) en América Latina. Como tal, vez tras vez era desafiado a responder las preguntas que me planteaban estudiantes universitarios evangélicos que se sentían desarmados para enfrentar los argumentos de compañeros influenciados por la ideología marxista. En esas circunstancias, el opúsculo del distinguido filósofo ruso cristiano ortodoxo me ayudó a ver con mayor claridad algo que hasta entonces era una sospecha de creciente densidad: que a mi cristianismo, como al cristianismo de los estudiantes a quienes yo debía asesorar, le hacía falta superar su marcado individualismo heredado y profundizar su dimensión social.

La dignidad del cristianismo. Según el distinguido escritor ruso, la dignidad del cristianismo consiste en el lugar central que la justicia social ocupó en la enseñanza oral y en la práctica ministerial de Jesucristo. En efecto, los cuatro Evangelios proveen abundante evidencia de que su ministerio estuvo dedicado especialmente a los sectores más vulnerables de la sociedad de su tiempo (ver, por ejemplo, Mt 9:35-36; Mr 7:24-30; Lc 4:14-21; 7:18-23; Jn 4:1-26; 8:1-11). Y no cabe duda que la intención del Señor era que sus discípulos siguieran su ejemplo de una vida marcada por la búsqueda de la justicia en términos del bienestar del prójimo mediante la satisfacción de sus derechos, que guardan una relación estrecha con necesidades humanas básicas. Esto se expresa con suma claridad en varios pasajes de los Evangelios, entre los cuales se destacan dos bienaventuranzas que se refieren explícitamente a la justicia: “Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. . . . Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mt 5:6, 10). En conclusión, la dignidad del cristianismo es su compromiso con la visión de un mundo donde reina la justicia, es decir, un mundo donde, en línea con el estilo de vida y la enseñanza de Jesucristo, se reconoce la igualdad de derechos de todas las personas sin excepción, y consecuentemente se toman medidas para asegurar que incluso las más vulnerables entre ellas tengan acceso a los recursos indispensables para satisfacer sus necesidades humanas básicas.

La indignidad de los cristianos. Es probable que si Bediaeff viviera hoy, su “hambre y sed de justicia” lo haría objeto de sospechas y acusaciones por parte de un sector del mundo cristiano para el cual el compromiso con la justicia no es una marca de los cristianos sino de los comunistas. No tomarían en cuenta que nuestro autor, habiendo sido un marxista militante por varios años, abandonó su militancia marxista y, movido por el amor a la libertad y la justicia, se convirtió en uno de los opositores más duros del comunismo. Vio con claridad que, con demasiada frecuencia, los cristianos de su tiempo habían cedido a la tentación de ajustarse a “este mundo” donde reina la injusticia y habían entregado la bandera de la justicia social a los marxistas. Y concluyó que esa entrega —esa claudicación de uno de los énfasis centrales de la revelación de Dios en Jesucristo: que Dios es justo y ama la justicia— se constituye en la indignidad de los cristianos.

         Lo que hoy se conoce como misión integral es un enfoque de la misión de la iglesia que toma en serio la búsqueda del Reino de Dios y su justicia.  Busca recuperar la dignidad del cristianismo mediante la proclamación y la práctica del amor que se expresa socialmente en términos de justicia.

 

 

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