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Historias de vida

21 September 2010 Sin Comentarios

Por David Nacho

Estoy a punto de cumplir 33 años. Vivo en Argentina. Tengo una esposa y una hija. En los últimos meses, la experiencia de ser padres ha atravesado transversalmente todos los aspectos de mi vida. Esto es tan cierto que cuando me pongo a recordar cómo era yo en mis épocas de estudiante soltero, primero en Bolivia y después en Canadá, me invade un pensamiento: ¡era otra persona!

Sin embargo, esa otra persona soy yo. Yo y nadie más. Lo que une al padre y esposo de hoy con el estudiante de años atrás es una historia, una narrativa… mi historia, mi narrativa. El personaje de esta historia, obviamente, soy yo.

Esta narrativa es histórica y ficticia. Cuando digo que es histórica, quiero decir que los eventos que la forman sí pasaron. Cuando digo que es ficticia, no quiero decir que no sea verdad; más bien me refiero a la creativa interpretación que todos le damos a los acontecimiento de nuestras vidas. Para entender nuestra narrativa de vida, no basta con un simple recuento sucesivo de eventos. Muchas veces vemos los eventos de nuestra vida como irónicos, cómicos, trágicos, caóticos, etc. En otras palabras, necesitamos de la imaginación para darle sentido a nuestras vidas.

Para dicha tarea, necesito comparar mi narrativa con las narrativas de otros personajes: mis padres, personajes bíblicos, figuras históricas, etc. Es decir, sólo podemos acceder a nuestra verdadera identidad a través de la interpretación que hacemos sobre los eventos que nos suceden y la comparación que hacemos entre el significado de esos eventos y el significado de los eventos en la vida de otras personas. ¡Cuánta sabiduría hace falta para escoger bien las historias y los símbolos con los que damos significado a nuestra propia historia!

Soy el mismo; soy David. Y sin embargo era otra persona hace 15 o 10 años atrás. Otro pensamiento me invade. La transformación todavía sigue su curso. Mi historia no está completa. Esto quiere decir que tampoco está completa la interpretación de mi historia. ¿Quién hará la interpretación de mi historia y en base a qué? Si se compara mi historia con la de alguien más exitoso, poderoso, afortunado, admirado o querido, tal vez mi historia sea interpretada como algo insignificante. El escenario opuesto también es posible. ¿Cuáles son los símbolos, las narrativas, las ideologías que finalmente le darán significado a mi historia? ¿Serán las de nuestra sociedad de consumo? ¿Las de los medios de comunicación? ¿Las de los movimientos sociales o las de los lobbys?

Cuando decimos que Cristo nos redime, me parece que lo que decimos es que su historia redime nuestras historias personales. La salvación no sólo nos asegura un final feliz (burdamente dicho). La historia de Cristo interpreta y redime nuestra historia. No quiero decir que nuestras historias se vuelven cuentos de hadas, sino que nuestras historias se vuelven verdaderamente humanas y llenas de propósito. Poder entendernos a nosotros tiene mucho que ver con entender nuestras historias, y éstas adquieren su significado más profundo a la luz de la gran historia de Cristo.

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