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Economía y vida plena: reflexiones en torno al día del trabajador

29 April 2011 2 Comentarios

Por Nicolás Panotto

En el día del trabajador se recuerda un terrible hecho de la historia: los “Mártires de Chicago”, un grupo de obreros que a finales del siglo XIX fue ejecutado debido a su participación en diversas jornadas de protesta, en reclamo por una mejora en sus derechos laborales. Es un acontecimiento donde se conmemora la tragedia resultante de una tensión aún presente en nuestras sociedades: la injusticia que viven millones de personas a razón de la exclusión que crean mecanismos de producción, al igual que ciertas ideologías que fomentan el valor del consumo y la ganancia por sobre la vida y dignidad humanas.

¿Qué significa el trabajo para la sociedad actual? Una buena mayoría puede verlo como aquella tarea irremediable para “llegar a fin de mes” y cubrir los gastos cotidianos. Otros, como el camino para alcanzar distintas metas, sean una posición, un estatus social, la adquisición de ciertos bienes, etc. No nos olvidemos de aquel segmento mayoritario muy presente en nuestras sociedades que ve el trabajo como algo inalcanzable, como aquello lejano que sólo llega a algunos afortunados que están preparados o que poseen los contactos necesarios.

Como decíamos al inicio, el trabajo suele ser visto como un espacio de tensión. La fuerte exigencia del mercado y su performance hace de los trabajadores piezas de una maquinaria que en muchas ocasiones olvida su cuerpo, sus sentimientos, su contexto y, por sobre todo, su humanidad y dignidad. Pasan a ser objetos fácilmente descartables al no responder como se espera, donde el presupuesto prioriza otros intereses “más rentables”. Ni hablar de las relaciones injustas que se producen entre patrones y empleados, cuyas demandas no tienen sentido más que el aprovechamiento de un espacio de poder.

No quiero ser pesimista, pero hoy día injusticia es un sinónimo de trabajo.

Qué visión tan distinta encontramos en los textos bíblicos. Comenzando desde el Génesis, donde el trabajo de la tierra es una bendición directa de Dios (1.29). Hoy diríamos que es un “derecho inalienable” de cada persona contar con lo que necesita para satisfacer sus necesidades mas básicas y para lograr desarrollarse como sujeto. Es un derecho exigido por Dios mismo.

Encontramos también un fuerte juicio contra aquellos que oprimen y promueven prácticas laborales injustas. El inigualable pasaje de Levítico 25, donde se establece el año del Jubileo como práctica para impedir la acumulación de propiedades y promover la justa distribución de la tierra para el uso de todos, sentencia: “No se explotarán los unos a los otros, sino que temerán a su Dios. Yo soy el Señor su Dios” (v.17). Podemos ver que la justicia posee un epicentro teológico: la igualdad se deposita en que todos somos creación divina, y por ello mismo poseemos los mismos derechos frente a lo que Dios nos cedió.

En Deuteronomio 24.14-15 encontramos: “No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que residen en tu tierra, en tus ciudades. El mismo día le darás su salario, y el sol no se pondrá sobre esta deuda, porque es pobre y de ese salario depende su vida. Así no clamará contra ti a Yahvéh, y no te cargarás con un pecado”. Vemos, entonces, que las relaciones económicas injustas son pecado. De aquí el llamado constante de los profetas a obedecer estos principios y denunciar a aquellos que se aprovechan del derecho del prójimo, especialmente de los más pobres, para beneficio propio (Am 4,1; 6,3-6; 8,4-6; Miq 2,1-5; 3,9-12, entre muchos otros pasajes).

En el Nuevo Testamento, encontramos a un Jesús haciendo un llamado a vivir una vida justa y simple. “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc. 8,36) Para Jesús, el valor de la vida no pasa por la obtención de bienes materiales sino por amar al prójimo. Por ello nos advierte: “Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón” (Mt 6.21) Más aún, podemos ver este principio en sus fuertes palabras contra los ricos, en la misma dirección que lo denunciaban los profetas (Lc 6.24-26; ver también 1 Tm 6.17-19, Stg 5.1-6).

Con este somero vistazo de algunos pasajes bíblicos, vemos que las actividades económicas de las personas son un tema importante para Dios. Más aún, es una capacidad con la que fuimos creados para desarrollarnos como seres humanos integrales y para satisfacer nuestras necesidades más básicas. La falta de trabajo, la pobreza, la injusticia, son contrarios a la voluntad divina. Más aún la explotación y la opresión. Dios cuida de su creación y hace un enfático llamado a la justicia.

Qué bueno sería que como iglesia podamos promover, en contraposición al binomio trabajo-injusticia, la relación fuertemente bíblica entre trabajo y vida plena. Estar del lado del Dios creador significa comprometerse con el bienestar de todos los aspectos de la vida. La iglesia es un importante actor social que puede lograr que ciertas demandas se escuchen con claridad. Por ello, frente a la memoria que nos evoca el día del trabajador, comprometámonos, desde la “memoria bíblica” del Dios preocupado por su creación, a denunciar las injusticias y promover espacios laborales sanos que sirvan a la dignificación de las personas en todos los aspectos de su vida.

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