Por René Padilla

“Profesor Padilla, ¿cuáles son esas dificiles cuestiones que nos plantea el sitema económico actual? En la iglesia donde sirvo es muy difícil distinguir entre cristianismo y capitalismo. Ambos se erigen como cabezas de un solo cuerpo…” Oscar P. Mendoza

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[Nota de Editor: Valga el artículo de esta semana como una respuesta a la pregunta de Oscar]

El desafío que plantea la globalización capitalista es eminentemente un desafío ético. Es el desafío a crear una sociedad más igualitaria, una sociedad donde quepan todos.

Es urgente reducir drásticamente la distancia entre ricos y pobres, entre la minorítaria “clase transnacional”, constituida por aquellos que han hecho de la acumulación de bienes materiales el objetivo de su vida, y la gran mayoría de los excluidos o semiexcluídos, condenados a pagar el denominado “costo social” del sistema económico global.

Muchos dirían que para que eso suceda se requiere un gobierno que coloque la justicia en el centro de su programa político, un empresariado con conciencia social y un sistema económico que neutralice los efectos nocivos del sistema capitalista global. No le niego a nadie el derecho a soñar, especialmente cuando los sueños apuntan a cambios orientados en dirección a la utopía de un mundo nuevo.

Mi propuesta es mucho más modesta. Mi propuesta es que nos abramos a la acción del Espíritu de Dios para que él produzca en nosotros una revolución de valores de tal modo que nuestro estilo de vida a nivel personal y comunitario no sea un mero reflejo de la cultura-ideológica de la sociedad de consumo. Por el contrario, que sea una manifestación concreta del nuevo mundo que anhelamos; un mundo de amor y justicia, paz y solidaridad.

La alternativa a la globalización del mercado gerenciada por la clase capitalista transnacional es la globalización desde abajo impregnada de estos valores éticos.

C. René Padilla

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Imagen: “El Regalo del Espíritu Santo en Pentecostés” (Folio 14b de Los Evangelios de Rabbula – 560DC)