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Los jóvenes en situación de calle. Una manera de “ser varon” (primera parte)

13 July 2010 2 Comentarios

Por Marcela Bosch

Para quienes cumplimos una tarea en la comunidad como educadoras/es, o profesionales de distintas disciplinas resulta imprecindible preguntarnos con qué imaginario nos acercamos a los jóvenes con los que trabajamos.

Propongo abordar el constructor “juventud” desde la hermenéutica de la sospecha (1), esta nos impele a indagar y saber dónde está el truco de un discurso, identificar los lapsus, visibilizar lo que se encubre tras el, o lo que se oculta tras una acción, a fin de salir del mundo de las esencias, y para introducirse en el horizonte de las diferencias, allí donde se puede mirar a los sujetos en sus subjetividades y contextos. Me alejo de este modo de quienes toman el campo de significaciones conceptuales que demarca la juventud como un todo homogéneo, invisibilizando 1) su inscripción social: es decir los diferentes modos de transitar esta etapa de la vida según clase social, etnia, o región tanto urbana, como rural, y 2) su inscripción de género: al ignorar las diferenciar de poder entre el  género femenino y el género masculino. (2)

Lo cierto es que las ideaciones sobre lo juvenil, de carácter netamente subjetivo, se expresan en imágenes culturales, valoraciones y atribuciones. Dichas ideas o imaginarios no sólo funcionan como marcos de percepción e interpretación de esta realidad; también pretenden funcionar como guías para orientar los comportamientos y las prácticas de los propios jóvenes.

Quienes viven su juventud, lo hacen desde una multiplicidad: en  función de la edad, género, clase social, lugar de pertenencia, etnia y escolaridad. Expresándose con prácticas también diversas en ámbitos tales como: la calle, la escuela, la casa, los espacios por donde circulan; adoptando diferentes formas de vestir, lenguajes, y códigos. Las tres últimas formas están sobresaturadas en la actualidad, conformando “el mercado juvenil” que se retroalimenta en la “necesidad constante de consumo”, y que, a mí entender, es uno de los pocos intereses que actúa con fuerza no haciendo distinción de sexo, ni clase social.

Cuando los educadoras/es científicos y/o profesionales, ejerciendo el rol de productores de significaciones del mundo, ignoran la multiplicidad de situaciones sociales en que esta etapa de la vida se desenvuelve, reproducen y perpetúan las desventajas con que los “diferentes” circulan por el mundo social. La “omisión”, en cada problemática que atraviesan los jóvenes y, en particular la que afecta a varones en situación de calle, va en prejuicio de los propios actores e impide elaborar e implementar políticas públicas adecuadas a los sujetos.

Braslavsky habla del “mito de la juventud homogénea” y lo define como aquél que identifica a todos los jóvenes según el modelo que los adultos tengan en mente, y señala tres características: 1) Juventud como “manifestación dorada”: identifica a todos los jóvenes con despreocupados militantes en defensa de sus privilegios, como individuos que tienen mucho tiempo libre para disfrutan del ocio y viven sin problemas una moratoria social; 2) La interpretación de la “juventud gris”: los jóvenes aparecen como los depositarios de todos los males, el segmento de la población más afectado por la crisis, por la sociedad autoritaria, mayoría entre los desocupados, los delincuentes, los pobres, los apáticos, a los cuales se los ve como “la desgracia y resaca de la sociedad”; 3) La “Juventud blanca”: se denomina así, o los personajes maravillosos y puros que salvarán a la humanidad, dispuestos a hacer lo que no pudieron hacer sus padres, a los cuales se ve como participativos, éticos, etc.

Analizaré desde las dos primeras caracterizaciones a los varones jóvenes de sectores populares procedentes del conurbano de Buenos Aires viviendo en diferentes situaciones de calle. (3)

Mito 1. De la manifestación dorada como moratoria social

Los jóvenes entre 15 y 22 años de sectores populares urbanos viven un “modo de ser varón” muy fuertemente marcado por las expectativas que el grupo posee sobre ellos, su manera “de ser varón” y lo que el grupo le impone difiere notablemente de lo que la clase media espera de sus jóvenes.

Ellos viven la siguiente paradoja: por un lado asumen trabajos informales desde que tienen muy corta edad, situación que los lleva a alejarse de la educación formal hasta convertirse en analfabetos funcionales incapacitados para acceder a un trabajo formal, y por lo tanto acceder normalmente al mundo del consumo;  dos espacios que las sociedades occidentales reconocen como fundamentales para establecer las identidades sociales de los sujetos.

Sin embargo, desde niño el joven aporta al sustento de su casa en desmedro de su derecho a una educación adecuada, protección, salud etc. Tales actividades le permiten llegada a la edad de 15 años, o tal vez antes, estar en condiciones de autoabastecerse económicamente. Sin embargo, el joven no se va de su casa, no le interesa aplazar la moratoria de la juventud, y no lo hace fundamentalmente porque asume la responsabilidad de cumplir el rol de proveedor que el grupo le exige como única figura masculina en su familia. (4) Recuerdo a M., cuando nos decía: “Yo tengo que llevar plata a mi casa, ellos la necesitan, mis hermanitos y mi mamá. Yo trabajo toda la semana para ellos y el sábado para mí, y si no ¿cómo le voy a pagar a mi mamá los nueve meses que me tuvo en la panza?…” (5)

(Continúa la semana próxima)

NOTAS

(1) Ver Celia Amorós, Hacia una crítica de la razón patriarcal, Anthropos, Barcelona, 1991

(2) La categoría “género”, fue acuñada en la década del 70 Joan W. Scott quien la define como un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las diferencias percibidas entre los sexos. La investigacion feminista señala la importancia de hacer la distinción entre sexo como categoría biológica: ser hembra o macho y género como socialmente construido. La categoría ligada siempre al poder, debe entenderse desde un enfoque relacional y desigual entre el género femenino y el masculino. El error muy común en el que se incurre en la última década esta en asimilar la categoría género a mujer.

(3) Dicho conocimiento surge de mi tarea como educadora en calle a partir del trabajo que un colectivo de profesionales y educadoras/es venimos desarrollando en la ONG, CERP (Centro de Escucha y Resiliencia Popular desde el año 2000.

(4) El  85% de estos hogares no poseen un adulto varón conviviente, son familias mono-maternales, donde la única que sostiene emocionalmente el hogar es la madre en la mayoría de los casos con más de 5 hijos.

(5) Nombre ficticio de un joven de 15 años que estudia de mañana y trabaja por la tarde en calle haciendo malabares entre 6 horas y 7 horas diarias a un distancia de 40 Km. de su casa.

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