¿Cómo votaremos el 27 de octubre en la Argentina?
Los evangélicos en general sospechamos de la política. Hay razones para que así sea. Para empezar, nosotros también estamos sujetos a la tentación del poder. Y, tristemente, sobran los ejemplos para mostrar que no siempre logramos vencerla como Jesús la venció en el desierto cuando Satanás le ofreció “todos los reinos del mundo y la gloria de ellos” (Mt. 4.8).
Evidentemente, la política es un camino resbaladizo. Por otra parte, la política en nuestro medio con demasiada frecuencia se convierte en un negocio “sucio”, en un medio de enriquecimiento personal o de promoción de intereses individualistas o partidistas. En efecto, eso explica en gran parte la situación de injusticia que afecta a tanta gente a nuestro alrededor y muchas veces a nosotros mismos. A pesar de eso, es imposible hacer caso omiso totalmente de la política. Por lo menos cuando hay elecciones, como las que habrá el próximo 27 de octubre para elegir nuevos gobernantes a nivel nacional y a nivel local, incluyendo un nuevo Presidente de la República Argentina. Tenemos que cumplir con una obligación política mínima, que es obligación de todos los ciudadanos: el deber de votar. Y si no queremos votar nada más que para cumplir, tenemos que informarnos sobre las alternativas. No intentaré discutir aquí las alternativas para estas próximas elecciones. Desde ya, nos guste o no, según las predicciones el justicialismo se impondrá sobre todos los demás partidos. Pero lo que aquí me interesa es invitar a los lectores a reflexionar sobre el tema desde una perspectiva cristiana.
En primer lugar, esta es una oportunidad cuando los cristianos debemos reconocer que Dios no es ajeno a lo que tiene que ver con la vida política del país. Nuestro Dios, el Padre del Señor Jesucristo, es el Dios de las naciones. Lo menos que podemos hacer es orar, a nivel personal y comunitario, para que las personas que sean elegidas contribuyan a la creación de un sistema que, aunque no sea perfecto, se conforme más a la justicia de Dios. Nuestra primera responsabilidad es el tipo de oración a la cual se refiere el apóstol Pablo en 1 Timoteo 2:1-2: la oración política.
En segundo lugar, no nos conformemos con formar parte del la gran masa de ciudadanos desinformados. A poco tiempo antes de las elecciones, un altísimo porcentaje de los ciudadanos argentinos ni siquiera sabe para qué es la elección. Me atrevo a decir que el “no me importa” no va con nuestra fe cristiana. La elección es responsabilidad de todos, y los evangélicos no estamos exentos. Además, si somos cristianos, nos importa (¡ojalá sea más que a otros!) lo que sucede en el país porque nos importa la gente –hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos–que viven en el país. Obviamente, hay asuntos mucho más importantes que la política. Sin embargo, eso no significa que la política no tenga su importancia (¡y mucha!), especialmente en cuanto afecta, positiva o negativamente, la vida de la gente en múltiples aspectos: educación, salud, trabajo, vivienda y garantías sociales, incluyendo la igualdad de todos y todas, sin excepción, ante la ley. Tratemos, pues, de informarnos lo mejor que podamos sobre las alternativas en las próximas elecciones, a fin de votar inteligentemente. ¿Puedo atreverme a sugerir que sería bueno que cada iglesia evangélica organizara una reunión especial (o reuniones especiales) para tratar el tema y examinar las alternativas de la manera más objetiva posible, dejando a los miembros en libertad para que decidan por su cuenta, según su propia conciencia? Algunos dirán que eso es “politizar” la iglesia; yo diría que eso es reconocer que nuestro Dios es soberano sobre cada aspecto de la vida, incluyendo la política. ¡Es tiempo de que, como cristianos, aprendamos que no hay nada que esté exento de su soberanía!
En tercer lugar, no descartemos la posibilidad de dar nuestro voto a favor de los candidatos que demuestren en la vida práctica que están comprometidos con el Reino de Dios y su justicia y que sean propuestos para algún cargo público. Por supuesto, el solo hecho de ser evangélicos no los capacita para hacer un buen papel en la política. La pregunta que tenemos que hacernos es si los evangélicos realmente contamos ahora con gente que tiene la talla para representarnos dignamente a nivel nacional. El que en América Latina haya evangélicos elegidos para actuar políticamente a nivel nacional o provincial es un fenómeno nuevo que está vinculado con el crecimiento numérico de nuestras iglesias en las últimas décadas. Cabe decir, para ser honestos, que no todos los evangélicos que han sido elegidos para cargos públicos en el pasado han sabido desempeñarse en la política conforme a las exigencias de la ética cristiana, y esto es triste. Pero también hay que decir que en varios países latinoamericanos ya ha habido ocasionalmente (¡gracias a Dios!) evangélicos que han demostrado lo que significa desempeñar algún cargo público con verdadera integridad y sabiduría, como gente que hace justicia, ama la misericordia y se humilla ante Dios (ver Miqueas 6:8), ¡y su actuación ha beneficiado grandemente a sus respectivos países y no exclusivamente a las iglesias evangélicas! Necesitamos discernimiento para entender cuando llegue el momento en que suceda lo mismo en Argentina.
C. René Padilla
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