¿Para qué sirve leer la Biblia?
De todos los libros que se han escrito a lo largo de la historia humana ninguno ha sido tan leído como la Biblia. Las motivaciones para leerla varían mucho. Aquí nos referimos exclusivamente a la lectura que se hace en estrecha relación con la vida cristiana. Damos por sentado que tal lectura es uno de los medios que el Espíritu Santo usa para cumplir los propósitos de la revelación de Dios de la cual dan cuenta las Sagradas Escrituras. Es innegable que la lectura de la Biblia como literatura tiene valor en sí, pero la que aquí interesa es la lectura que tiene como propósito conocer la voluntad de Dios para la vida práctica tanto a nivel personal como a nivel comunitario.
Un acercamiento a la Biblia como si su mensaje se limitara a la relación de las personas con Dios a nivel individual y subjetivo es inadecuado. Sin dejar de ser personal, el mensaje bíblico se orienta a la formación de comunidades que reflejen el propósito de Dios para la vida humana tanto en relación con él como en las relaciones sociales y en relación con el medio ambiente. La revelación de Dios se relaciona con todas las dimensiones de la vida humana.
Tampoco es apropiado un acercamiento puramente doctrinal a la Biblia. Por supuesto, la “sana doctrina” tiene su importancia, y a eso apuntan varios pasajes de las Sagradas Escrituras, especialmente en las epístolas pastorales (ver, p. ej., 1Ti 1:10; 2Ti 4:3). Sin embargo, las palabras griegas (didaskalia y didaxe) que la versión Reina-Valera traduce una y otra vez como “doctrina” no deben interpretarse en el sentido de meras ideas o conceptos abstractos sino más bien como enseñanzas o instrucciones que tienen el propósito de ponerse en práctica. En consonancia con este propósito, la lectura más provechosa es la que hacemos con un corazón abierto, es decir, con la disposición de recibir su mensaje y permitir que, por medio de éste, el Espíritu de Dios transforme tanto nuestra manera de pensar como nuestro estilo de vida. Desde una perspectiva cristiana, la lectura de la Biblia sólo cumple su objetivo cuando la abordamos con la convicción que “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra” (1Tim 3:16-17). En eso se distingue la lectura de la Biblia de la lectura de cualquier otro libro: en que desde el principio la abordamos con la convicción que por medio de su mensaje el Espíritu de Dios quiere capacitarnos para ser agentes de transformación por medio de la práctica de la justicia en términos de buenas obras. El propósito de la Biblia se relaciona estrechamente con el llamado que Dios nos hace a que seamos “sal de la tierra” que sirve para prevenir el avance de la corrupción en la sociedad que nos rodea, y “luz del mundo” que resplandece en las tinieblas por medio de buenas obras que inciten a quienes nos rodean a alabar a Dios (ver Mt 5:13-16).
- René Padilla