En memoria del obispo Federico Pagura
El obispo Federico Pagura pasará a la historia como una de las figuras más prominentes de las iglesias evangélicas que Dios ha levantado para beneficio no sólo de Argentina (su país natal) sino de América Latina y de todo el mundo. Al terminar su carrera el domingo 5 de mayo del año en curso, nos ha dejado un rico legado multifacético de pastor y profeta, músico y poeta, activista social y pacifista, dirigente evangélico y ecuménico.
Que yo recuerde, mi primer contacto personal con el obispo Pagura fue cuando lo invité a participar en el programa del Tercer Congreso Latinoamericano de Evangelización (CLADE III) que se celebró en Quito, Ecuador, del 4 de septiembre al 4 de agosto de 1992. La tarea que, en mi calidad de coordinador del programa, le asigné fue participar, como representante del Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), en un diálogo abierto con representantes de la Confraternidad Evangélica Latinoamericana (CONELA) sobre el tema “La evangelización y la unidad de la Iglesia”. Tanto CLAI (que se inició en 1978) como CONELA (que comenzó oficialmente en 1982) se habían formado con el propósito de ponerse al servicio de lo que ese tema representa. Sin embargo, estaban lejos de acordar un camino común para lograrlo. Nadie más calificado para dialogar en nombre del CLAI que la persona de quien, al final de sus días, se afirmaría que “su figura se confundió como levadura con la vida y el testimonio del CLAI”. Por otro lado, nadie más calificado para dialogar con él en nombre de CONELA que quien en ese entonces ejercía la Presidencia de esa entidad, a saber, el pastor Juan E. Terranova, argentino como Pagura. No es este el lugar para comentar lo que ellos y otros participantes del diálogo (Alfonso de los Reyes Valdez, de México; Felipe Adolf, de Argentina y el Ecuador; Luis Andrés Noya, del Uruguay; Milton Guerrero Rodríguez, del Perú, y Emilio Castro, del Uruguay) dijeron. Basta señalar que ese diálogo abierto en CLADE III fue verdaderamente histórico porque, como señaló Pagura en su ponencia, esa fue la primera vez en que CLAI compartió “por primera vez” con CONELA “la misma mesa, para conversar fraternalmente . . . sobre [sus] perspectivas y programas al servicio de los pueblos de nuestro continente y el Caribe” — un tema que incluso hoy mantiene su trascendencia. Tal vez me equivoque, pero sospecho que esas dos entidades supuestamente orientadas a fomentar la unidad de la Iglesia, por lo menos en el mundo evangélico, no han vuelto a encontrarse para compartir “la misma mesa, para conversar fraternalmente” sobre ese o algún otro tema.
A lo largo de los años tuve varios encuentros incidentales con Pagura hasta que, en circunstancias muy especiales, tuve el privilegio de recibirlo como huésped de honor en mi propio hogar en marzo de 2010 (si mal no recuerdo). Eran especiales por dos razones. Por un lado, porque yo había enviudado pocos meses antes, en noviembre de 2009. Por otro lado, porque literalmente a última hora Federico aceptó nuestra invitación a participar como orador principal en un encuentro a nivel nacional organizado por la Fundación Kairós en el Centro Kairós, en la localidad de General Pacheco. El orador que había sido invitado y había aceptado la invitación era Adolfo Pérez Esquivel, un amigo del obispo. Dos o tres días antes del encuentro se nos informó que el Premio Nóbel de la Paz no podría cumplir su compromiso por razones de salud. ¿Quién tomaría su lugar? Con muchas dudas, nos atrevimos a invitar al obispo Paguna . . . ¡y él aceptó!
La convivencia con él en mi hogar fueron para mi un regalo de Dios en un momento de profunda necesidad espiritual. Compartió conmigo su historia de vida con muchas de las experiencias que lo formaron para llegar a ser lo que llegó a ser. Su crianza en un hogar humilde de raíces italianas y tobas, en Arroyo Seco, un pueblito en Rosario, Provincia de Santa Fe. Su afición a la música desde una edad temprana. La influencia del pastor metodista Julio M. Sabanes en la ciudad de Rosario durante su juventud. Sus estudios a nivel de secundaria en el Colegio Norteamericano de Rosario, su años en la Facultad Evangélica de Teología de Buenos Aires, su primer pastorado en Venado Tuerto, sus estudios en el Union Theological Seminary de Nueva York, sus varios pastorados en Rosario. Sus años de obispado en Costa Rica y Panamá y el crecimiento que en ese entonces experimentó en su compromiso con la búsqueda de un orden más justo y más humano en el mundo en general y en América Latina en particular. Su regreso a la Argentina y su pastorado en Mendoza. Allí dedicó buena parte de su tiempo auxiliando a muchos de los miles de chilenos refugiados que llegaban huyendo de la violencia desatada por la dictadura militar establecida por el golpe de estado de Pinochet contra Salvador Allende. Y de esa experiencia nació “el tango de la esperanza” (calificado por alguien como “la marsellesas de los protestantes”) en el que Pagura sintetiza la razón de su compromiso social enraizado en la vida y enseñanza de Jesucristo.
Durante los tres días del encuentro en el Centro Kairós, por la mañana y por la tarde, Federico se explayó sobre su compromiso con la misión integral de la iglesia, dio las razones detrás de su rechazo de la religión como una huida del compromiso social, y enseñó varios de sus tangos. Por varias horas, antes y después de las sesiones con los asistentes, en su mayoría jóvenes, generosamente dedicó tiempo a conversar conmigo en privado. Unos años antes él había vivido la triste experiencia de perder a su esposa, después de varios años de brindarle el cuidado que necesitaba como enferma de Alzheimer. Entonces entendí que una de las razones de la honrosa visita que inesperadamente Federico me hizo en mi hogar fue que Dios, en su providencia, quiso proveerme la ayuda pastoral que yo necesitaba en esos momentos de profunda tristeza. No puedo menos que dar gracias a Dios por Federico Pagura.
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