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Perú: Alivio, Alegría, Alerta

10 June 2011 6 Comentarios

Por Alfonso Wieland

El triunfo de Ollanta Humala como electo presidente del Perú 2011-2016, ha dejado una sensación de alivio para una mayoría de la ciudadanía peruana. Y es que para no pocos, el retorno del gobierno Fujimorista era lo peor que podría pasarle a un país con una economía en números azul, pero con indicadores de pobreza y desigualdad social en rojo. Keiko significaba lavarle la cara a uno de los gobiernos más corruptos del mundo, de naturaleza autoritaria y que mostró desprecio por los derechos humanos.
Sin embargo, la campaña electoral desnudó los miedos, los prejuicios y los intereses de distintos sectores sociales. Una primera constatación es que a la hora de decisiones políticas, un porcentaje importante de peruanos  privilegia la aparente seguridad económica, antes que la prevalencia de la ética en la política. ¿Como es posible que se pase por alto la corrupción y el autoritarismo? Esta lógica es altamente peligrosa para fortalecer la democracia. Creo que una tarea urgente para los partidos políticos democráticos, la sociedad civil y las iglesias, será continuar y profundizar la construcción de una autentica ciudadanía, de una cultura democrática que entienda que crecimiento sin democracia es insostenible a largo plazo.

Una segunda constatación, es que hay una parte del Perú que goza de la bonanza económica pero que no está informado, o no lo desea o no quiere estar, de lo que sucede en las regiones más pobres, excluidas del crecimiento económico.  Humala ha ganado abrumadoramente en el sur peruano, con más de un 70% de la población electoral. La clase empresarial debería comprender de una vez por todas que el Perú no solo es minas de oro, plata o cobre. Tampoco hectáreas donde se cultivan frutas o vegetales  para exportar al exterior. El Perú tampoco es sólo su rica comida o sus destinos turísticos. El Perú es, sobre todo, su gente, hombres y mujeres  que tienen el derecho de contar con oportunidades para  vivir en plenitud y libertad, y que incluso un crecimiento económico es sostenible si todos los ciudadanos tienen oportunidad de educarse bien, con un sistema de salud para todos, con trabajo digno y donde no repitamos escenas de niños en Puno muriendo por el frío.

Una tercera constatación es que crecimiento económico no implica necesariamente una mayor democracia. Estos diez años no han significado un mayor fortalecimiento de la sociedad política y civil. La increíble falta de memoria de un sector importante de la prensa, los empresarios, los débiles partidos políticos y los líderes religiosos católicos y evangélicos, es un indicador de que las lealtades se trastocan cuando lo que está en juego son intereses económicos o de cuotas de poder de estos sectores.

Hoy podemos celebrar con alegría que una mayoría de peruanos y peruanas rechazaron el autoritarismo y la mentira en la política. Pero hoy también deberíamos afirmar que el cambio es posible solo si existe un compromiso real de los ciudadanos. La transformación profunda que la sociedad peruana necesita no llegará solo de la mano de los políticos. Tenemos la obligación de vigilar el nuevo gobierno, apoyarlo en el cumplimiento de sus promesas, orar por las nuevas autoridades. Sin embargo, veremos cambios duraderos cuando cada uno de nosotros nos comprometamos a ser mejores personas, mejores padres o hijos. Cuando los políticos sean honestos; los religiosos ambicionen, no el poder o dinero, sino el servir;  los servidores públicos sean sensibles, y todos quienes tuvimos mejores oportunidades en la vida,  pensemos no solo en defender lo nuestro sino buscando el bien de todos.
El Fujimorismo intentará seguramente retornar al poder el 2016. O tal vez surja un grupo político antidemocrático que intente convencernos que solo el autoritarismo podrá cambiar el país. Debemos estar alertas para que los políticos no hagan lo que quieran. Debemos trabajar para que las voces de los excluidos no sean silenciadas por el éxito económico de las minorías. Las minorías pudientes deberían con humildad reconocer que no han hecho lo suficiente para que el país supere la enorme desigualdad social y económica.  Los pobres deben construir una ciudadanía basada en derechos, no en dádivas ni regalos asistencialistas que los denigran y esclavizan.

Martin Luther King decía que la libertad nunca llega gratuitamente. Depende siempre de un compromiso activo de los oprimidos de luchar por sus derechos. En su discurso “El nacimiento de una nación” dado a propósito de la liberación de Ghana, dijo: “Seria afortunado si las personas en poder fuesen lo suficientemente sensibles para renunciar (a sus privilegios). Pero ellos no lo hacen nunca de esa forma. Esto no se hace voluntariamente, se hace  a través de la presión que viene de parte de las personas que están en opresión”. Y sabemos que Luther King creyó y practicó la resistencia no violenta.

Las oraciones de miles y miles de creyentes fueron escuchadas hoy. Sabemos que la esperanza de que son posibles los cambios personales y sociales; sigue viva hoy más que nunca. Perú merece una triple A, una estrella en su frente cansada pero digna. Hoy celebramos. Pero mañana queda por delante el reto de construir un país sin miedos, sin odios y con libertad. Dios se regocija cuando la justicia prevalece. Dios nos bendiga hoy y siempre.

Lima, 5 de Junio de 2011

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