Home » Biblia, Home

La misión de Paz y Justicia (Parte I)

12 February 2014 Sin Comentarios

Por C. René Padilla

Como la misión de Jesús, la misión de la iglesia es una misión de paz y justicia. Estos dos conceptos aparecen vinculados estrechamente en el Antiguo Testamento y proveen así el trasfondo para entender la misión integral de la iglesia según el Nuevo Testamento.

La paz es un bien deseado tanto a nivel personal como a nivel nacional e internacional. Sin embargo, la paz tiene sus condiciones, y a menos que éstas se cumplan, la paz no es más que un ideal que no se hace realidad. Isaías 32:17 define con toda claridad la condición más importante para que exista la paz, que es la justicia. Dice: “El producto de la justicia será la paz; tranquilidad y seguridad serán su fruto”. La paz se relaciona con la justicia como un fruto se relaciona con el árbol que lo produce. Donde no hay justicia tampoco puede haber paz.

A lo largo del libro de Isaías se describe la situación de injusticia creada por las clases gobernantes. Ya en el primer capítulo leemos: “Tus gobernantes son rebeldes, cómplices de ladrones; todos aman el soborno y van detrás de las prebendas. No abogan por el huérfano, ni se ocupan de la causa de la viuda” (Is 1:23). El deber dado por Dios a los gobernantes es el bien común, especialmente de los miembros más vulnerables de la sociedad. Sin embargo, en lugar de cumplir su deber, la preocupación principal de los gobernantes es su propio enriquecimiento personal. Están ocupados en la compra de casas y tierras: “¡Ay de aquellos que acaparan casa tras casa y se apropian de campo tras campo hasta que no dejan lugar para nadie más, y terminan viviendo solos en el país!” (Is 5:8; cp. Miq 2:1-2).

El sistema legislativo está igualmente corrompido: “¡Ay de los que emiten decretos inicuos y publican edictos opresivos! Privan de sus derechos a los pobres, y no les hacen justicia a los oprimidos de mi pueblo, hacen de las viudas su presa, y saquean a los huérfanos” (Is 10:1-2). Tampoco se puede esperar justicia del sistema judicial, ya que “con una palabra hacen culpable a una persona . . . en el tribunal ponen trampas al defensor y con engaños perjudican al indefenso” (Is 29:21).

En tiempos del profeta Isaías la injusticia es el pan de cada día y no se queda sola: donde los poderosos usan su poder para oprimir en beneficio propio, reina la anarquía. Esto es lo que describe Isaías: “Unos a otros se maltratan, hombre contra hombre, vecino contra vecino, joven contra anciano, plebeyo contra noble” (Is 3:5). La ley y el orden son esenciales para el bienestar de situación que describe el profeta: “¡Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (Is 5:20). Se pierde toda noción del bien y del mal, y reina el caos social. Para complicar aún más la situación, el pueblo de Israel no tiene conciencia de su pecado. Consecuentemente, el mensaje del profeta cae en oídos sordos. En vista de esta rebelión, dice el profeta, Asiria, una nación pagana, será usada como vara de la ira de Dios y la nación de Israel sufrirá el exilio: “Por eso mi pueblo será exiliado porque no me conoce; sus nobles perecerán de hambre y la multitud se morirá de sed” (Is 5:13). Sin embargo, este mensaje es recibido con indiferencia. La destrucción es inminente, pero en lugar de lamentación y arrepentimiento, “hay gozo y alegría. ¡Se sacrifican vacas, se matan ovejas, se come carne y se bebe vino! ¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos” (Is 22:13). El hedonismo camina de la mano con la falsa seguridad de los líderes de Israel, una expresión de su confianza en el poder militar de Egipto. En lugar de arrepentirse y confiar en el Dios de justicia, se han aliado con el Faraón, olvidándose que los egipcios “son hombres y no dioses; sus caballos son carne y no espíritu” (Is 31:3).

El capítulo 32 de Isaías comienza con la promesa de un reino en que “un rey reinará con rectitud y los gobernantes gobernarán con justicia” (v. 1). En contraste con la situación de violencia institucionalizada que actualmente existe en Jerusalén, en este reino que está por venir “Ya no se llamará noble al necio ni será respetado el canalla”; el hambriento no será dejado con hambre ni el sediento, sin agua, ni el pobre, con mentiras (vv. 5-8). Jerusalén, la ciudad jubilosa, será destruida. Las “mujeres despreocupadas” que viven allí son exhortadas a estremecerse y a ponerse a temblar; a poner a un lado su falsa seguridad y a reconocer que su juicio está cercano (vv. 9-13).

Después de esta exhortación el profeta contempla los cambios que sucederán cuando Dios ejecute su juicio: el Espíritu de Dios será derramado y surgirá una nueva sociedad y una nueva creación. “La justicia morará en el desierto, y en el campo fértil habitará la rectitud. El producto de la justicia será la paz; tranquilidad y seguridad perpetuas serán su fruto. Mi pueblo habitará en un lugar de paz (Shalom), en moradas seguras, en serenos lugares de reposo” (vv. 16-18). ¡Qué mensaje de esperanza enunciado en medio de la situación caótica descrita anteriormente!

Deje sus comentarios!

Agregue su comentario, otrackback desde su sitio. Tambien puede hacerlo subscribe to these comments vía RSS.

Sea amable y respetuoso. Aténgase a la temática. No haga spam.

Puede usar estas palabras clave:
<a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

This is a Gravatar-enabled weblog. To get your own globally-recognized-avatar, please register at Gravatar.